La serenidad de Bérgamo, Italia


Para cerrar un círculo, es necesario regresar a su comienzo. Yo había llegado a Bérgamo, y tras tomar un autobús en Como, a Bérgamo regresé.


-Mini mapa de mi primer visita a Italia tomado de Google maps y ligéramente enchulado por mí ;) .Norte, norte. Lo incluyo, porque al menos yo no habría sido capaz de situar en mi mente Como y Bérgamo sin revisar un mapa-.

El camino fue un poco largo (más de dos horas, si no me equivoco), pero el recorrido fue tan escénico. Atravesamos muchas colinas verdes que se superponían unas a otras, perdiéndose azuladas en el horizonte lombardo.

Había llegado a Bérgamo por dos razones. La primera, estaba a 15 minutos del aeropuerto Orio al Serio, desde donde regresaría a Mánchester, y la segunda, Google me había mostrado suficientes imágenes fabulosas de lo que parecía un "pueblecillo" medieval encantador.

De alguna forma llegué al International Youth Hostel, (que recomiendo muucho porque fue sumamente cómodo y el hombre en la recepción me ayudó increíblemente a conseguir un shuttle para las 6am en Domingo hacia el aeropuerto!), e inmediatamente  quise salir a explorar.

No tenía idea de qué quería ver o hacer en Bérgamo, bueno, días antes ni siquiera sabía de su existencia (por eso también el mapa). Mi nivel de planeación se había limitado a reservar el hostal, y supuse que tendría tiempo de investigar durante mis días en Milán, que como se imaginarán, no sucedió. 

Lo primero que aprendí entonces fue que: el hostal está un poco lejos de todo si uno quiere caminar -y si sólo tienes menos de un día disponible-. Peeero, el hostal tiene un servicio de transporte público prácticamente personalizado para llegar a la Città alta, o Ciudad alta.

Lo segundo que supe obviamente fue que Bérgamo no es ningún pueblito, es una ciudad que se divide en dos: La Ciudad alta y la baja, y que aquellas fotos de google, retrataban a la medieval e históricamente fascinante ciudad alta. ¿Y no era precisamente hacia ahí que el bus afuera del hostal me llevaría? No se dijo más!

Wow! wow! wow! - Quería bajar del autobús a cada segundo. Pasáramos por dónde pasáramos, mi boca se negaba a quedarse cerrada. 

Cuando finalmente llegamos a la última estación "Città alta", desanduve el camino del autobús para poder caminar la ciudad desde las murallas que los Vieneses le construyeron cuando estuvo bajo su domino.
Por ese puente y esa puertita se accede a la Ciudad Alta. Sip, eso que se ve a la derecha tienen toda la pinta de viñedos.

Y sip, eso que se ve a la izquierda tiene toda la pinta de mí, disfrutando del paisaje ;)

Entonces comenzó la caminata. Porque eso hice en Bérgamo, caminar. Dejar que mis pies tomaran la iniciativa, casi sin pensar, casi sin detenerme. Aceptando cada caricia del sol y llenando mis ojos con la fiesta de colores,

admirando la aquitectura y los detalles,

-La puerta de San Giacomo, una ventana a la ciudad baja-

y dejando que el ritmo lento de la ciudad me contagiara con su ritmo tranquilo y sereno.


Desde la puerta de San Giacomo, caí en la cuenta de que toda la ciudad Alta iba en espiral, que casi cualquier punto -mientras no se esté en el centro, centro-, servía de mirador. En principio, puente visual entre las dos ciudades, pero si uno enfocaba un poco más allá en el horizonte, la ciudad alta era también una escalera hacia las montañas, esas que se llaman los Alpes de Bérgamo.



Está de más decir que si hay altura, yo trataré de subir. Y hacia arriba fui. Recorriendo callecitas empedradas y encontrando vida y belleza a mi paso.



En un punto, la ciudad alta sirve de mirador hacia ella misma.

Entonces después de un tiempo, llegué tan alto como era posible sin salir de las murallas de la ciudad. Ese punto es un pequeño jardín, con algunas banquitas para descansar y con árboles que brindan su sombra a los caminantes.

El día era caluroso, y la intensidad del sol dificultaban mirar el paisaje sin entrecerrar los ojos. El lente de la cámara tampoco estaba muy cómodo, y al parecer los resultados de sus observaciones se aprecian mejor en las sombras.


Pasé un largo tiempo en aquella pequeña cima. Algunas personas iban y venían, pero en general, era un sitio aislado. Saqué la comida que traía en la bolsa e hice mi picnic para uno.

¿Esa sería ahora mi estilo de viaje? Para uno. ¿Serían esas mis reservaciones de hospedaje? Para uno. ¿Sería esa mi cama? Individual. ¿Se sentía así mi corazón? No.

Mi corazón tenía lugar para las plantas y los animales, para las montañas y el sol, para los viajes, para las sonrisas,... para mis amigos y amigas, para mi familia. Y en ese momento, seguía teniendo un lugar privilegiado para él.


No podía hacer nada al respecto y tampoco quería pensar demasiado. No ese día, no mi último día en Italia. Una de las pocas personas a las que le conté casi inmediatamente lo que había pasado, fue a mi amiga y psicóloga de cabecera, Blanquis. Cuando le conté lo poco que estaba disfrutando del viaje, ella me había dicho "Dale una oportunidad al lugar. Sé un poco egoísta, él lo fue, trata de no pensar en él, al menos dale una oportunidad al lugar."


Verdaderamente se la estaba dando, me la estaba dando. La luz del sol bajó, y de cegadora se tornó dorada. Decidí que yo bajaría con ella y recorrería las intrincadas callecitas del centro.


Casualidad o destino, pero casi lo primero que encontré fue una heladería, y con un impulso casi infantil, corrí a comprarme un gelatto. Me sentí muy contenta de poder consentirme.


Al parecer, la ciudad también había decidido darme una oportunidad, y me consentía con la "tarde cultural". Esa que pasaba una vez al año, en la que diferentes recintos de interés cultural -iglesias, museos, bibliotecas...- abrían sus puertas fuera de horario para hospedar otro tipo de expresiones culturales, como canto, baile, teatro...

-Piazza Vecchia-

Recorrí las callecitas de la mano de mi helado, mirando los preparativos, los ensayos, las filas, y la excitación de la pequeña ciudad.


¿Qué tan afortunada debía ser para estar en Bérgamo, una ciudad antes desconocida para mí, en uno de sus días más excitantes?

-Cappella Colleoni-

-Torre cívica-

Revisé los horarios del autobús de regreso. ¡Tendría tiempo de asistir a uno de los eventos! Cerca de la estación se encuentra una pequeña biblioteca, donde se presentarían cantantes de ópera. ¿Ópera e Italia no vienen de la mano?


Durante 90 minutos, los cantantes, todos de origen asiático, maravillaron y conmovieron con sus voces. Además de ellos, yo parecía ser la única extranjera en el lugar, y la gente me dirigía miradas curiosas y sonrisas amigables cuando los descubría observándome. Algunas de las canciones me llegaron profundamente. No entendía más que el título -que tenía escrito en el programa-, pero la voz de las chicas me transmitía todo el sentimiento del amor perdido al que le cantaban. Bravo, bravissimo!

El concierto terminó y yo aún contaba con tiempo para andar por última vez aquellas calles. Entonces miré a la observadora. Una anciana que observaba tranquila desde su ventana. ¡Qué inspirador!

Seguramente que había amado, seguramente alguna vez le habían roto el corazón, seguramente había sufrido y reído y llorado, pero ahí estaba, mirando la vida pasar con serenidad. Quería ser ella. En un futuro quería esa tranquilidad que tanto me faltaba entonces. En un futuro aún más lejano, quería una ventana por la cual asomar mi cabeza cana y tener la paciencia en la mirada.


En mi presente, sin embargo, alguna clase de prisa vital me empujó a correr hacia la puerta de San Giacomo, la luz del atardecer siempre ha tenido el efecto que tiene una zanahoria en los caballos de carreras, para mí.



Así vi el día extinguirse,

y a la mañana siguiente, le dije "hasta pronto" a Bérgamo y a Italia.


La vida diaria tenía que continuar.

Hasta pronto,

Los quiere, 

Pris

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